Wireless VII

Patricia llegó a su casa sobre las 7 de la tarde, después de una carrera apresurada desde la estación de autobuses, y con la extraña sensación de que todas las miradas se posaban en ella. Abrió la puerta de su casa y saltó de 2 en 2 sobre los escalones que subían hasta su habitación. Dejó el bolso en el suelo y saltando a la pata coja, se sacó los zapatos lo más deprisa que pudo para lanzarse sobre la cama y sacarse los pantalones que llevaba puestos. Acto seguido, se sacó las braguitas con urgencia y las sostuvo entre sus dedos, observándolas y buscando explicaciones a lo que le había ocurrido en el parque. Aquella se habían movido sobre su piel, literalmente, estaba segura de ello. Lo había sentido.

No había ni rastro en la tela de su humedad, y de forma inconsciente deslizó una mano a su pubis alargando sus dedos para sentir más abajo entre sus pliegues, que tampoco quedaba rastro alguno del flujito de su reciente y generosa excitación. Pero ella no lo había soñado.. Había sido real y tan real que había podido sentir como su vulva empapada y encendida se estremecía al contraerla contra sus muslos. Tan segura estaba de aquello que se las acercó al rostro y las olió tímidamente para descubrir que tampoco habían quedado impregnadas del aroma de su acaloramiento intenso.

Patricia lanzó la prenda con rabia a la otra punta de la habitación y se dejó caer sobre la cama sin ganas de pensar.. Sin ganas de pensar, ni de comprender.. Habían sido demasiadas cosas y emociones en poco tiempo… Y allí desnuda de piernas para abajo se recogió sobre si misma hasta que se quedó totalmente dormida.

Se despertó una hora y media más tarde, sobresaltada con el ruido de un camión que cruzaba por debajo de su calle y que hizo temblar hasta los cristales de la ventana. Se incorporó sobre la cama y al verse desnuda, los recuerdos olvidados durante el sueño regresaron famélicos a su cabeza. Decidida a deshacerse de ellos, Patricia se levantó de la cama y se desnudó por completo, dejando su ropa esparcida sobre la cama. Cogió de su armario una toalla limpia y se dirigió al cuarto de baño donde abriendo la mampara de la ducha accionó sus mandos para dejar correr el agua unos instantes mientras se atemperaba. Dejó la toalla sobre su percha y se metió debajo del agua dejándose lamer entera por la purificadora sensación del agua tibia. Cerró los ojos y se dedicó únicamente a centrarse en el bienestar que los miles de gotas de agua despertaban en su piel, en el calor agradable de esas pequeñas caricias y el abrazo del vapor en su cuerpo. Cuando se sintió totalmente imbuida por el cálido y reparador placer del agua, metió la cabeza debajo de la delicada lluvia dejando que esta empapase su rostro y su larga cabellera morena.

Se enjabonó el cuerpo despacio con las manos dejando que fluya la espuma por la piel de sus brazos, por sus pechos, por su vientre y sus muslos, y deleitándose con el delicado perfume de melocotones de la mezcla jabonosa. Patricia dejó espumar el champú en sus cabellos un par de veces antes de darse por satisfecha, y cerrando las llaves de paso del agua, salió de la ducha buscando con la mano la toalla que colgaba frente a ella. Se secó sin prisa alguna recorriendo las distintas partes de su cuerpo con la suave tela de algodón y después, se frotó enérgicamente el pelo para sacarle al máximo la humedad. Para terminar, se agachó lanzando su cabello hacia adelante con un golpe de su cuello y lo cubrió con la toalla envolviéndolo sobre su cabeza.

Así, y totalmente desnuda a excepción de su gorro improvisado, Patricia regresó a su habitación y comenzó a recoger la ropa que había ido dejando esparcida por su habitación. Cuando sus ojos se posaron sobre las braguitas que yacían en el suelo de la habitación junto a la pata de la silla, vio que habían recuperado su color gris. Dejó la ropa sobre la silla y se acercó despacio para recogerlas y tan pronto como tocaron su piel… de nuevo aquel cosquilleo tan familiar se apoderó de su mano y su antebrazo. Aquella prenda intima reaccionaba a su tacto y de ello ya no le cabía la menor duda. Las acercó a su vientre y la sensación fue devastadora… En apenas unos instantes, miles de impulsos placenteros atravesaron su cuerpo recorriéndola de la cabeza a los pies, como fuegos artificiales derrochando luz y colores con cada estallido y haciendo que casi perdiese el equilibrio. Se tambaleó ligeramente pero logró apoyarse sobre el respaldo de su sillón para no caer. Como presa de un extraño trance hipnótico, Patricia volvió a ponerse las braguitas lentamente mientras sentía su cuerpo arder de pura excitación. Jamás había sentido nada parecido, tan salvaje y tan fuerte. Todo su ser le pedía a gritos liberar aquello que por la tarde le había sido negado.

El zumbido de su móvil atrajo su atención y cuando lo sacó del bolso…

«Batería Baja. Apagado de terminal y dispositivos inminente. Ponga su terminal G-Wireless a cargar»

(Continuará…)

11 pensamientos en “Wireless VII

  1. ¡Mujer impura! Me encanta, nada mejor que estar fresca y duchada para continuar con la fiesta. Malditos dispositivos con poca batería, siempre se agota en el momento preciso.
    Exigo capítulo VIII, por favor, misericordia, muero de la curiosidad.

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    • Espera que estamos buscando el transformador de corriente del móvil de Patricia, por lo visto viene con enchufe inglés… Estoy comprando un adaptador en la ferretería para continuar la histora :D.. Gracias, por la paciencia y por el cariño de tus comentarios ˆˆ

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  2. Pingback: Wireless VII… En la ducha | El Gunto

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